martes, 10 de noviembre de 2015

La prueba de la manta, por Justito El Notario

Mi oposición comenzó el día 26 de septiembre de 1991 y terminó el día 29 de junio de 2002. No me quito ni un solo minuto de oposición y no me duelen prendas al decirlo. Firmé cinco convocatorias y me presenté a cuatro. Dos suspensos en el dictamen y una prueba de la manta son mi haber. En el debe, muchos agradecimientos y muchas vivencias que me han hecho como soy.

Después de mi primer y único suspenso en un examen oral de las oposiciones a notarías (e hice seis exámenes orales), acabé en el psicólogo.

Lo cierto es que estaba realmente mal, mis lecturas de referencia en aquella época eran Séneca y Ramón Sampedro (sí, Ramón, no José Luis, el de Mar adentro), había tocado fondo y MAC, mi preparador, ya no sabía qué hacer conmigo, ni qué decirme. La artillería pesada de frases y teorías típicas de la oposición ("los árboles no te dejan ver el bosque", "esta no era tu oposición", "esto es una carrera de obstáculos", "tú eres tu único enemigo", la teoría de la inercia de la silla y otras similares) no servían para nada, así que, aconsejado por mi padre (también notario), que tampoco sabía ya qué hacer conmigo, di (a regañadientes) con mis huesos en el psicólogo. El agua de Lourdes había dejado de hacerme efecto hacía tiempo, aún no conocía a la Madre Maravillas de Jesús (que me daría para contaros otra historia) y la química (de la que también podría hablar otro rato) me daba mucho miedo, así que no me quedaba otro remedio: tenía que ir al psicólogo o dejar la oposición, cosa que no quería hacer.

Una tarde me fui a la clínica y allí me encontré con un tipo de mirada penetrante, en plan faquir o Supermán haciendo de las suyas, que consideró que mi trastorno tendría solución en una docena de sesiones. Así que, sentado en una silla (nunca he llegado al diván), empecé a largar y a rajar de mí y de todos aquellos que, a mi juicio, eran causantes de mi vida desastrosa. Al rato, el psicólogo me dijo "espera un momento, que voy a coger una cosa". Regresó al poco con una manta astorgana o de la Renfe y me la echó por la cabeza, remetiéndomela por los muslos y las nalgas. Y se hizo el silencio. Yo no decía nada y el psicólogo tampoco. “Qué calor hace aquí”, pensaba yo. “¿De qué va esto?”, continuaba pensando. Al rato (no se cuánto, perdí la noción del tiempo), levanté un brazo, me quité la manta y dije: "¿pero qué coño es esto?". El psicólogo comenzó a aplaudir. Por lo visto, había superado la prueba de la manta. No quería escuchar mis quejas y lamentaciones, quería que tomara medidas en mi vida, con la oposición, con aquellos que me hacían sentir mal, que reventara de una vez, pero que no viviera de aquella manera.

La prueba de la manta, las restantes once sesiones, unas técnicas relajatorias y, en un principio, la valeriana, en sustitución del agua de Lourdes, hicieron su efecto y, tras firmar y no presentarme a las oposiciones de Sevilla del 96-97 (un par de años en blanco nada menos), me presenté a las de Madrid 99 y me planté en el dictamen. Suspendí aquel maldito dictamen (y esta también es otra historia), pero no olvidaré la prueba de la manta que, junto con otras muchas cosas, hizo que hoy pueda contaros esto aquí.

A veces pienso que tal vez me haga falta que me hagan otra prueba de la manta.

Gracias a Marcos por la oportunidad de dirigirme a todos a través de su blog y hasta otra. Un abrazo.

Justito El Notario @justitonotario

4 comentarios:

  1. Muy buena entrada. Anima saber que aunque se sufra y aunque puedan tardarse más años, se puede. Ole tú que fuiste fuerte y valiente y aguantaste!

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  2. Hola amig@ Yo sufrí muchisimo. No lo he olvidado, ni lo olvidaré nunca, no porque no pueda, sino porque no quiero hacerlo. No soy para nada el que era durante la oposición o al aprobar, pero hay que conservar una dosis de aquel espíritu el resto de la vida, en lo personal y en lo profesional. Si opositas, animo. Gracias, saludos

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  3. Genial!!! Ojalá más opositores (de este lado y de los que habéis cruzado "al otro") contaran sus experencias :) Mil gracias!

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  4. Hola amig@: Pues muchos de este lado han recordado viejas heridas con motivo de este post. A ver si conseguimos que las cuenten y sirvan de ayuda para los que estáis en el túnel. Al final del túnel hay luz, vaya si la hay! Yo he recordado historias como "el chino grandote", "apocalipsis mercantil en el metro", "el segundo aprobé y en el dictamen me planté", "el opositor disléxico" y muchas otras...Ánimo y un abrazo

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